Nos intentamos sobreponer a los crueles ataques que han golpeado a Barcelona y Cambrils. En primer lugar y sobre todo, nuestros pensamientos y oraciones están con las víctimas, con los heridos, con sus familias y sus seres queridos. Todos somos uno de ellos, todos paseábamos tranquilos por Las Ramblas aquella fatídica tarde. Ojalá se recuperen pronto.
Estamos en shock ante el salvaje horror de estos actos despiadados y cobardes. Entre la tragedia, pese a todo, surge un formidable sentimiento de unidad y de fuerza, aquel que siempre ha caracterizado a esta ciudad, a este país. Barcelona es una ciudad de luz radiante y lo seguirá siendo.
Y aunque existan desalmados cuyo propósito sea el de convertir las luces en sombras, Barcelona jamás será tiniebla. Ahora más que nunca, la inquina de estos actos no hace más que fortalecer la valentía y la entereza de Barcelona frente al mal.
Por eso todos gritamos alto y con clara determinación: “¡Aquí no hay sitio para vosotros!”, “¡No tenemos miedo!”, “¡Somos una ciudad unida!”. Sabemos lo que significa ganar y somos una ciudad orgullosa, con una moral y espíritu inquebrantables.
Barcelona se erigirá alta y firme, como ha hecho siempre, mientras la maldad será vencida entre todos. Somos libres, nos queremos los unos a los otros, somos hermanos solidarios y vivimos en paz. Ese es nuestro legado.
Llevo 38 años viviendo en Barcelona. La considero mi ciudad. Aquí nació mi primera hija, de 26 años. Aquí viven mis hijos, aquí van al colegio. Quiero verles crecer felices en esta maravillosa ciudad, en paz y armonía. La actitud es de desafío, de resiliencia y plena seguridad en que Barcelona, Cataluña y España resurgirán más fuertes que nunca de esta atrocidad.