beluga
Jorra i Gomorra | Fotografía de Camelia López

Música grabada y Guitar Hero, los no Epic Concerts de Beluga

Un Epic Concert es aquel concierto que marcó un antes y un después en la trayectoria de un músico. A veces incluso dando pie a que comenzase una carrera después de producirse ese momento de ‘yo quiero dedicarme a lo mismo’. Es por este motivo que en APMusicales.com preguntamos a los artistas cuáles fueron sus Epic Concerts. Hoy hablamos con Beluga:


JOSE: En mi caso fue con 12 o 13 años escuchando el ‘Iros todos a tomar por culo’ de Extremoduro. Con ese disco en directo fue de las primeras veces que conecté con mis vísceras y sentí cosas que no conocía hasta la fecha. Solo de pensar que haciendo música se pueden conseguir estas cosas se me sigue erizando el vello. Aún me lo sigo poniendo cuando las cosas no marchan como a uno le gustaría.

LUIS: Lo mío no fue con un concierto, la verdad. Yo me empecé a interesar por la música cuando a mi hermana le regalaron el Guitar Hero 3 en navidades de 2007, cuando yo tenía 16 años. No había escuchado casi nada de rock hasta entonces porque mi padre era más de música clásica, mi madre de Sabina y chirigotas en carnaval, y mis amigos de Kiss FM y los 40. El juego traía temas de Smashing Pumpkins, Pearl Jam, Guns N Roses, Stevie Ray Vaughan, Metallica, The Rolling Stones… Mi hermana se aburrió al mes, pero a mí me flipó y me atrapó como nada en mi vida, y lo quemé tantísimo que a día de hoy aún te puedo recitar el tracklist casi entero de memoria. Un año después, como todos mis amigos ya tocaban la guitarra en el coro de la iglesia y una batería no cabía en casa, me compré un bajo. Y hasta hoy.

LUCAS: Que yo recuerde tendría unos nueve años. Fue en el antiguo Simago de Lavapiés, un día que acompañando a mi madre a hacer la compra me puse un disco de Hevia en la sección de discos (por aquel entonces se vendían discos en el Simago y se podían escuchar allí mismo en unos auriculares que tenían montados) y flipé con el riff de gaita. Cerré los ojos y empecé a soñar que era yo el que lo tocaba en un sitio lleno de gente, haciendo los movimientos y todo. Sentí una sensación de felicidad a la par que una necesidad de exponerme así a la gente brutal. Allí supe que si lo de astronauta no me salía la música sería mi camino. Bajé de la luna y me compre una guitarra.

CARLOS: Lo mío tampoco fue un concierto. De hecho, como casi todo en mi vida, en ningún momento tuve claro que quisiera ser algo en concreto; por tanto ante esta pregunta solo puedo incitar al lector a que se deje llevar por esta calzada romana llamada vida. Lo único que sí tuve claro fue que quería ser comunicador, daba igual de la forma que fuese. Que el mundo usase mi cuerpo, pagando o sin pagar, me da igual. Esto lo supe el día que vi en el teatro Apolo al cómico y director ruso Slava Polunin. También es cierto que mis compañías ayudaron bastante a mi posterior encuentro con el canto. Las manadas de niños y niñas de etnia gitana, los numerosos musulmanes afincados entre muros y los nativos del barrio de Legazpi me incitaban a cantar a diario, ell@s decían que lo hacía muy bien y yo me lo creía, porque me invitaban a porros y las chicas me querían. Desde aquí quiero mandar un fuerte abrazo a toda la gente que me apoyó y me animó para salir de las drogas. Ahora solo bebo leche de almendras. Está buenísima.

SERCH: Tampoco sufrí la revelación de un concierto porque ya me untaban con música desde que era un señor bebé. Me ponía a los Beach Boys, Tracy Chapman y Michael Jackson para hacer playback en casa; escuchaba Pink Floyd, Alan Parsons y Radio Futura en el coche de mi padre; alucinaba escuchando a mi abuelo tocar al piano Chopin, Ravel o Beethoven; me sacaba en la guitarra canciones de Nirvana y Dire Straits… Era un flipado desde antes de soltar el chupete. No tengo claro cuándo empecé con los tambores, pero sé que me regalaron una batería de juguete cuando tenía unos 3 años y luego me hicieron tirarla cuando se rompió, rompiéndome a mí el corazón. Tengo recuerdos del solo de batería de ‘In a gadda da vida’, la intro de Money for nothing… Pero la culpa de todo fue de The wonders, la película de Tom Hanks. ¡Lo vi clarinete! Todo parecía tener sentido hasta que conseguí mi primer kit y tuve que desmontarla, cargarla en el coche, descargar, montar, tocar, desmontar, cargar, volver a descargar y volver a montarla en el local ilegal donde ensayaba. Ahora solo veo películas de ciencia ficción que sean además comedias románticas judeo-masónicas de Europa del este, por si me viene otra revelación.