Por suerte o desgracia, quién sabe, ¡me gusta todo! Me pongo un disco de Julio Iglesias y lo gozo. Cada pocos meses, mi abuela me recuerda (o le recuerdo yo a ella) cuando vio a Iglesias actuar en el parking del Pacha de la Pineda – Salou. Parking grande, ¡eh! Aforo top. Sería el año noventa y poco.
No he tenido la oportunidad de verle. Es una incógnita anticipar las sensaciones que me dejaría ese show. A priori no es para mí, pero a estas alturas de la peli, lo pongo todo en duda.
Julio Iglesias (77), madrileño icono global. Eso nos han contado siempre. Que era futbolista; se lesionó y acabó siendo, tal y como pone en Wikipedia: el cantanteeuropeo con más éxito comercial a nivel internacional hasta hoy día. Es uno de los diez mayores vendedores de discos en todo el mundo (más de 300 millones) de sus 80 álbumes editados en todo el mundo en 14 idiomas. Más de 2.600 discos de oro y platino certificados. Se estima que durante su carrera ha ofrecido más de 5.000 conciertos y ha actuado para más de 60 millones de personas en los cinco continentes.
El otro motivo por el que este señor habrá venido a mi mente es porque esta pasada semana nos dejó a causa del COVID a la edad de 78 el que fuera su manager entre 1969 y 1984: Alfredo Fraile.
Por lo que me han dicho, Fraile es un argumento esencial para explicar el éxito de Iglesias. Me hubiera gustado conocerle. Queríamos tenerle en el Anuario de APM, pero no será.
En esta actuación, cantándole al amor en Venecia, se disfruta de la complicidad e improvisación con Charles Aznavour, grande de la canción francesa que nos dejó en el 2018 con 94 añazos. Cantando hasta el final.
No dejemos de cantar que cualquier día se acaba el juego.