En el mundo de las organizaciones la creatividad tiene un enorme poder. No solo el poder de generar buenas ideas que acerquen a la organización a sus objetivos, sino también el poder de encender la llama del entusiasmo. Cualquier organización que busque motivar a sus empleados puede hacerlo fácilmente generando foros de creatividad, generando los mecanismos necesarios para estimular y canalizar la creatividad de su equipo humano. Pero esa creatividad debe ser adecuadamente gestionada. Sucede muy a menudo que cuando alguien tiene una buena idea recibe un premio inesperado: un martillazo. A uno se le ocurre una idea magnífica, se la cuenta a su jefe y en lugar de recibir los recursos (materiales e inmateriales, como el tiempo necesario para desarrollarla, por ejemplo) se le dice: «Muy bien muchacho (o muchacha). Adelante con ello, pero recuerda que sigues a cargo de todo lo demás». Con lo cual, la persona que tiene una buena idea puede muy bien acabar desbordada y estresada.
A eso me refiero con recibir un martillazo. Aunque hay martillazos y martillazos. A lo largo de mi carrera he recibido unos cuantos. Ser creativo conlleva riesgos, como por ejemplo, el riesgo de molestar a tus jefes por no haber tenido ellos la idea, o a los jefes de otros departamentos por la misma razón. O el riesgo de destacar. Ya se sabe que (siguiendo el símil) el clavo que sobresale recibe siempre un martillazo.
Todos esos martillazos eliminan el tesoro de la creatividad de nuestras organizaciones. Y luego habrá que habilitar una partida presupuestaria para contratar consultores que traigan de nuevo ideas creativas desde fuera, o para comprar cursos de creatividad y motivación para nuestros empleados.
La directora de formación de una gran compañía a la que asesoro como consultor me decía, no hace mucho tiempo, que cada año sus product managers presentan unos planes de marketing carentes de creatividad o innovación. Solo saben pensar en los mismos términos en los que ya vienen pensando desde hace años. Los planes de marketing de un año son iguales a los del año anterior.La compañía quiere innovar, pero las personas no saben hacerlo. Se les pide una creatividad que tienen demasiado oxidad.
Cuando me encuentro con una organización así, siempre pienso que seguramente entre sus filas hay creativos escondidos, personas que practican algún arte, sea música, pintura o teatro. Pero claro, esas habilidades pertenecen a ese segundo estrato educativo infravalorado y denostado, el del arte, y a los profesionales les cuesta explicar que son guitarristas o violinistas, o que adoran el teatro. En el mundo de las organizaciones (un mundo casi por completo intelectual y nada emocional) ese tipo de cosas no se valoran adecuadamente.
Cuando una empresa se propone innovar, debe recurrir a sus propios creativos, debe saber quién es quién, a quién se le da bien el teatro, a quién le chifla pintar cuadros, quién es poeta, quién es un crack de la danza y, por supuesto, quiénes son músicos. El departamento de Recursos Humanos debe identificar bien a los que son creativos y promover la participación de todas esas personas con facetas artísticas en las iniciativas más innovadoras de la organización.
Mensaje para las organizaciones ¡ESCUCHAD A VUESTROS ARTISTAS!, involucradles, contad con ellos y con su talento. Ellos saben mirar la realidad con otros ojos y eso es algo imprescindible para dirigirse al futuro como organización. Tal vez entre vuestras filas haya algún Freddie Mercury camuflado. ¡DESCUBRID QUIÉN ES!