Los deplorables atentados terroristas del 13-N en París, que se saldaron con la muerte de 136 personas, la gran mayoría mientras disfrutaban de un concierto en una sala, han puesto sobre la mesa la cuestión de la seguridad.
Pascual Egea, presidente de la Asociación de Promotores Musicales (APM), hace un llamamiento a la calma y habla de normalidad entre los empresarios españoles del sector. «No creo que esto haya sido un ataque contra la música. Nos ha tocado esta vez porque allí había mucho público y es un sitio donde se puede llamar la atención, igual que en un partido de fútbol», considera.
La polémica, en realidad, se ha encendido desde fuera, con promotores estadounidenses citados por un artículo de Rolling Stone de esta semana que demandan la extensión de los arcos magnéticos y por la supuesta petición de Bob Dylan de vigilancia armada en sus próximos conciertos en Italia.
«Estamos a favor de cualquier herramienta que sirva para garantizar la seguridad del público, de los trabajadores y de los músicos, pero todo desde la absoluta lógica y sin que desde ahora se nos coloque en el centro de la diana de este tipo de alertas o ataques. No olvidemos que aquí el problema no fue que hubiese un control sobre los accesos del público a la sala; aquí se bajaron tres terroristas de un coche y dispararon a quemarropa contra todo lo que se movía. Semejante barbarie, desgraciadamente, no puede evitarse con nada», destaca Carlos Espinosa, director de Riff Producciones, uno de los promotores encuestados por APMusicales.
En general, todos ellos coinciden en defender los planes de seguridad aplicados en los conciertos en el país hasta este momento. «Nunca serán suficientes, pero sí son mejores que en años anteriores y nos vamos superando en este tema», destaca Marcos Calvo, de L.A. Rock Entertainment.
UN NUEVO CONTEXTO
La norma habitual (al menos en el caso de los promotores «serios», como destaca Rafael Casilla, de Concert Tour), es contar con empresas de seguridad que configuran un plan adaptado al de evacuación o emergencia que ya existe en el recinto contratado y que se adapta en virtud del tipo de evento (si es sentado o de pie, del aforo, del número de horas, del perfil del público, sobre todo si hay niños…).
La tragedia del Madrid Arena ya marcó un pequeño punto de inflexión en este debate, cuando se intensificaron las medidas de seguridad y, sobre todo, de control de aforos, todo ello acompañado de requerimientos técnicos y administrativos que han obligado a ser mucho más rigurosos a la hora de plantear un evento.
«Estos controles son suficientes en una situación normal, en una situación como la que estamos viviendo creo que no», contrapone Carlos J. López, director de Summum Music, opinión similar a la de Javier Tomás (Darlalata), David Lago (SweetNocturna) o Carlos Asmarats (Encore Music Tours).
A este respecto, Egea reconoce que «quizá cabría reforzar el control en los accesos de público, para lo que es importante la colaboración del mismo y contar con empresas profesionales y especializadas en seguridad de eventos masivos».
ARCOS, PUEDE QUE SÍ; ARMAS, ¡NO!
¿Se traduciría eso en la implantación de arcos magnéticos? La mayoría de los encuestados no desecha esta opción, como Neo Sala, de Doctor Music. Para Egea, sin embargo, esta no es la solución, como tampoco lo es para Marcos Rubio, de Sufriendo & Gozando: «A un concierto se va de forma relajada y a divertirse, no a pasar unas pruebas de buena conducta, ni un examen de moralidad».
De la misma opinión es Arturo Javier Cerviño, de Grupo Cope: «La gestión del acceso al espectáculo sería tan complicada y tediosa como la de un aeropuerto, aunque el destino final fuera igual de ilusionante».
En declaraciones a La Vanguardia, el presidente de la Associació de Sales de Concerts de Catalunya (ASSACC) y gerente de la sala Razzmatazz, Lluís Torrents, aseguró que ellos no piensan tomar medidas extraordinarias. «No se puede luchar contra atentados como los que se dieron en París, es imposible», dijo.
Ante la cuestión de los vigilantes armados, el «no» es prácticamente rotundo. «¡Nada de vigilantes armados! La pueden armar ellos», advierte Cerviño. «Lo que nos faltaba», añade Calvo.
Hay, no obstante, quien ve salvedades a este asunto. «Solo para momentos y perídos excepcionales», apunta Carlos J. López.
«Dependerá de la gravedad de la situación, de la alarma generada, del riesgo real, pero si finalmente estamos obligados a meter seguridad armada en los conciertos es que tenemos un problema serio… en principio preferiría que no existiese esa figura», comenta Espinosa, quien subraya que, «aunque el hecho se haya producido en una sala de conciertos, el debate no podemos permitir que ahora sea si esa sala reunía o no las medidas de seguridad necesarias para evitarlo. Granadas y Kalashnikovs no los suele llevar el público asistente a los conciertos en el bolso».