Ante la cercanía de los comicios legislativos que redefinirán el panorama político español, cabe plantearse un posible nuevo modelo de gestión cultural y, en este sentido, Francia es para muchos profesionales el modelo en el que mirarse. No lo ocultaron los representantes de las principales industrias culturales en su último encuentro con los medios.
«Es un paradigma de la cultura; si allí ocurriera lo que ha pasado en España (con el IVA), sería el público el que se levantaría contra esa agresión», lamentaban las caras visibles de asociaciones tan importantes como FECE (Federación de Cines de España), Faeteda (Federación Estatal de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza) y, cómo no, APM (Asociación de Promotores Musicales).
Entre las razones que sustentan esa admiración por el modelo galo se encuentra su IVA, que por ejemplo grava con un 5,5 por ciento las entradas de conciertos de música o con un 2,1 por ciento las 140 primeras representaciones de teatro, cuando se considera que se ha amortizado la inversión en un nuevo montaje y este empieza a generar dinero. Todo un ejemplo de sensibilidad cultural.
La última noticia que motivó que el castigado empresariado español mirara con envidia sana a sus vecinos al otro lado de los Pirineros se produjo hace solo unos días. Tras los atentados del 13N, uno de los cuales -el más cruento- tuvo lugar durante un concierto en la famosa sala Bataclan, el Estado francés decidió inyectar 50 millones de euros en ayudas para contrarrestar sus posibles efectos adversos en la marcha de esta industria.
De hecho, nada más producirse los ataques, el Gobierno de François Hollande respondió con una ayuda de 4 millones de euros, una cifra que, a pesar de ser muy bien recibida, no era «suficiente» según Prodiss, la asociación nacional de Productores, Distribuidores y Teatros. De acuerdo con sus cifras, la semana que siguió al 13N la venta de entradas para conciertos descendió un 80 por ciento en comparación con el mismo período del año anterior. El fin de semana siguiente, el descenso aminoró, pero se mantuvo un 50 por ciento por debajo.
El dinero público se destinaría a suavizar las consecuencias de ese desplome y a responder a las nuevas necesidades de seguridad en este tipo de eventos. Los franceses entienden que todo daño afecta al sistema, que las partes están conectadas en un flujo incesante que beneficia a los demás. Por eso, Prodiss recomendó a su vez que 1 euro de cada entrada vendida a lo largo de este mes se destine a fundaciones de atención a las víctimas del terrorismo.