Fuente: RLM

Artistas y promotores: una cuestión de honestidad, respeto y compromiso

Artículo de Javier Herrero para el VII Anuario de la Música en Vivo

Cuando Alejandro Sanz abandonó la discográfica Warner Music por Universal, no fueron pocos los medios de comunicación que se hicieron eco del cambio. Sin embargo, y pese al vigor de la industria del directo dentro del negocio global de la música, sobre todo en un contexto de pobres ventas de discos, aún hoy parece no concederse la misma importancia a la relación de los artistas con los empresarios que vertebran sus giras.

Esta hipótesis no es solo aplicable a los medios, también a los propios músicos, muchos de los cuales prefieren delegar en otros las negociaciones con los promotores. Así lo reconoce Malú, la artista que mejor funcionó en vivo en España en 2014. “Trabajo con un equipo de personas desde hace 17 años en el que tengo confianza plena para que decidan qué promotores, dónde y cómo. Yo tengo demasiado con crear la parte artística del show”, afirma la madrileña.

Lo piensan numerosos artistas, si no en el grado, al menos sí en el fondo. “En la parte organizativa tienes que delegar, porque si no, te volverías loco”, coincide Juan Aguirre, miembro de Amaral. “Pero no somos de delegar a ciegas en nadie, sino que nos dejamos aconsejar por profesionales que llevan muchos más años que nosotros”, precisa su compañera Eva.

Luego están los que, queriendo implicarse en primera persona, denuncian cierta opacidad. Antonio Orozco, por ejemplo, reclama “una comunicación más fluida” con los promotores para cooperar en el éxito del concierto y lamenta que a los artistas a menudo ni se les informe del ritmo de venta de entradas o de la elección de los recintos.

“Se puede ir al Barclaycard Center, vender 10.000 entradas y que sea el mayor desastre de tu carrera a ojos del promotor, porque caben 15.000. Si ese mismo negocio se hace en Vistalegre y se quedan 5.000 personas fuera sin entrada, entonces parece un éxito abrumador”, apunta.

El promotor ideal reúne tres aspectos a ojos de los artistas: “Que sea serio, honesto y un enamorado de su trabajo, porque hoy en día hay que luchar mucho por vender conciertos”, enumera Ana Torroja.

Para ella, protagonista de macroconciertos en su pasado con Mecano, el tamaño no importa ya demasiado. “Ha evolucionado todo tanto, hay tantos materiales diferentes y ligeros para transportar y tantas opciones de iluminación, que con imaginación, gusto y buenas ideas, consigues opciones muy sorprendentes y efectivas, adecuado a cada presupuesto”, opina.

LO QUE DISTINGUE A UN BUEN PROMOTOR

“Tiene que tener respeto por mí y sobre todo por el público, que lo trate bien. Me refiero al precio de las entradas, a las condiciones para entrar y salir, al personal que acomoda… Hay gente que se lo toma muy en serio y se gasta el dinero que tiene que gastarse y otros que no”, apunta Melendi.

La satisfacción del público es vital para los artistas, que son en última instancia quienes dan la cara por el espectáculo. “Nos preocupa que el equipo técnico tenga el mínimo que piden y mimamos mucho los precios de las entradas, hoy más que nunca, aunque en un teatro sea más difícil por el aforo más pequeño”, señala Sergio Dalma, quien asegura preferir ganar “algo menos” pero disfrutar el concierto “mucho más”.

Se extiende la opinión de que la crisis económica fue determinante en las formas. “Lo que ha pasado en estos años ha sido un buen filtro en el que los promotores más gualtrapas han ido cayendo y han quedado los más profesionales y decentes del sector”, destaca Melendi.

“Los que están llegando ahora son gente que desarrolla los negocios con un grado de inteligencia mayor, sabiendo a dónde van, qué quieren hacer y cómo se rentabilizan las cosas. Ahora importa mucho no perder”, observa Orozco, que divide a los empresarios en dos categorías: “el que necesita que el concierto sea un éxito para su supervivencia y al que le va tan bien, el que hace tantos conciertos, que las cosas le pueden dar igual”.

“Yo me rompo la cara por el que sea que ponga la cara por mí a su vez, pero necesito que las cosas funcionen bien”, insiste el cantante. Y es que, cuando la satisfacción es mutua, suele traducirse en una longeva relación de confianza en la que la experiencia es un grado. “Yo llevo muchos años trabajando con la misma gente, porque al final te juntas con quien te hace sentir a gusto”, asiente Dalma.