Barcelona fue la sede de la primera asamblea de APM. Desde entonces, la ciudad se ha convertido en una parada obligatoria de giras nacionales e internacionales. Además ha visto crecer grandes festivales, artistas y promotoras.
Ya sea por su situación geográfica privilegiada, el clima mediterráneo o sus atractivos turísticos, la ciudad de Barcelona lleva décadas haciendo gala de una nutrida y cosmopolita agenda cultural. Y en esa agenda, la música en directo ha ocupado un lugar predominante, siendo escenario tanto de macroconciertos, festivales internacionales, pequeños eventos en acústico como de iniciativas empresariales claves para el sector. Ya en el 2001, la ciudad fue sede de la primera asamblea de la Asociación de Promotores Musicales (APM), en un momento en el que festivales como Sónar ya estaban colocando a Barcelona en el mapa internacional y la industria en directo estaba en pleno crecimiento, tanto en Cataluña como en el resto del estado. Aquel año la facturación a nivel español superó los 74 millones de euros anuales, siendo Cataluña la comunidad líder. Casi veinte años después, y habiendo superado la crisis de los 2010, el sector se acerca ya un volumen de 400 millones de euros anuales, en el que la provincia de Barcelona y la Comunidad de Madrid comparten el liderazgo de la industria.
Contexto histórico
Hace veinte años la idea de crear una asociación de promotores musicales nació tras varias conversaciones y reuniones. Mucho ha llovido desde entonces, cuando la ciudad estaba en pleno crecimiento turístico a nivel internacional después de transformarse urbanísticamente para los Juegos Olímpicos de 1992 y de superar poco a poco la crisis económica de 1993. Sin duda, la cita olímpica y la canción Barcelona, interpretada por Freddy Mercury y Montserrat Caballé, ayudaron a que el mundo girara la mirada a ese punto estratégico del Mediterráneo.
Giras internacionales como Zoo Tv de U2, Devotion Tour de Depeche Mode, así como artistas como Prince, Eric Clapton y Bruce Springsteen y bandas nacionales como Mecano protagonizaron grandes eventos en Barcelona en aquella década de los años 90, convirtiendo el Palau Sant Jordi, construido en 1989 para los Juegos, en un equipamiento clave para acoger conciertos de gran aforo y para que la ciudad formara parte de los planes de muchos artistas. De algún modo, suplía parte de las deficiencias en infraestructuras y en la industria del directo que un pionero como el promotor Gay Mercader tuvo que superar en los años 70 para traer a artistas internaciones del rock a Barcelona. La plaza toros de la Monumental fue escenario de conciertos como el de los Rolling Stones en 1976. Dos décadas después, la Barcelona post olímpica ya era capaz de acoger grandes eventos con solvencia. Una prueba de ello es el concierto que ofrecieron Los Tres Tenores con Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y José Carreras en el Camp Nou en 1997 y que congregó a 65.000 espectadores marcando otro punto de inflexión. “Aquel evento proporcionó un gran prestigio para la ciudad por la resonancia internacional que tuvo”, comenta Martín Pérez, de Concert Studio, organizador de aquel concierto. Desde entonces, la evolución de su interés turístico ha ido en paralelo a la consolidación de su posición líder dentro de la industria como ciudad estratégica para giras estatales e internacionales, como sede de grandes festivales, como ciudad de cultura de base y también como espacio de reflexión y debate cultural. Quizás por eso, el análisis comporta cierta complejidad.
La conyuntura actual
“Barcelona es hoy en día una ciudad puntera musicalmente equiparable a otras ciudades importantes a nivel de Europa”, comenta Joan Roselló, de The Project. “Aunque quizás Madrid está por delante porque tiene más capacidad de convocatoria en general por ser una ciudad más grande”, añade. Desde The Project también llaman la atención sobre los pocos espacios disponibles para grandes eventos, que se reducen al Palau Sant Jordi y el Estadi Olímpic, cosa que hace que sea complejo encontrar fechas disponibles en el calendario. “En cambio, para los grupos de medio aforo, Barcelona está muy bien y a los grupos les encanta venir, pero tienen que hacer un esfuerzo para ajustarse a la capacidad adquisitiva del público, porque es menor que en otros países europeos”. Por su lado, Lluís Torrents, de la promotora Miles Away, asociada a la sala Razzmatazz, apunta la situación geográfica de la ciudad como uno de sus activos: “Barcelona, al estar cerca de Francia, es una ciudad muy atractiva y práctica, y eso hace también que muchos grupos se decidan a venir”.
A pesar de la buena salud del directo, Torrents no deja pasar la oportunidad de mencionar que la inestabilidad política y social de los últimos años está afectando la industria de la música, cosa que también apunta Martín Pérez: “Estamos en un momento enrarecido que nos afecta para todo y eso es malo para muchas cosas, pero estoy convencido que la ciudad se recuperará y volverá a ser la punta de lanza que era. La ciudad tiene una fuerza extraordinaria”, comenta. “Siempre hemos tenido escasez de teatros, por ejemplo, y en cuanto a número, no podemos competir con Madrid. Pero el empuje de la ciudad, y de sus promotores, ha sido básico para ser líderes en la industria”. Eso sí, hecha en falta un gran espacio de 4.000 o 5.000 espec- tadores para poder acoger grandes nombres de la música clásica, una de sus especialidades.
En el terreno del jazz y el flamenco, Rosa Galbany, de la promotora homó- nima asociada a Taller de Músics –escuela de música desde 1983– considera que a pesar que Barcelona acoge el festival decano del género como el Barcelona Jazz Festival, creado en 1966 y el más antiguo de Catalunya, y que cuenta con varios clubs con programación diaria, “hay otras zonas del estado se han puesto a nuestros mismo nivel en los últimos años, como son Andalucía, Madrid, País Vasco y Galicia”. Pero lejos de caer en la competencia estéril entre comunidades, Galbany apuesta por la creación de un circuito estatal de clubs de jazz para poder ser “más atractivos para los artistas internacionales” y está implicada en la creación de la nueva plataforma Jazz España, junto con otras mujeres promotoras.
Los festivales
Grandes eventos festivaleros como el Primavera Sound, en el campo
del rock y pop independiente, y el Sónar, como escaparate de la música electrónica y avanzada, sin duda han contribuido a ese posicionamiento, atrayendo a muchos espectadores extranjeros. El PS, que el 2019 tubo una asistencia de 220.000 asistentes, ha visto como año tras año el número de foráneos ha ido aumentando hasta llegar al 60% del total de espectadores. El festival Sónar, con 105.000 espectadores en su 25a edición, situó el número de visitantes de fuera del estado en el 40,2% del total de los asistentes. “A nivel internacional la ciudad está mejor de lo que pensamos en cuanto a la diversidad de la oferta, comenta Ricard Robles, cofundador y codi- rector del Sónar. Y seguramente por ello nuestro tamaño en el mapa es proporcionalmente superior al que le correspondería a una ciudad de las dimensiones de Barcelona”. Aun así, Robles prefiere no hablar de rankings ni de posiciones. “Barcelona ha sido y sigue siendo una ciudad laboratorio donde profesionales y públicos configuran los modelos y formatos de la música en vivo, desde las manifestaciones espontáneas callejeras hasta los eventos más complejos o profesionalizados. Creo que ese posicionamiento se mantiene por la naturaleza inquieta del tejido artístico, social y profesional”. Otros festivales, como el Cruïlla y el Festival de Pedralbes, también contribuyen a la imagen de Barcelona como sede de grandes eventos. Lugar a parte ocuparían los conciertos y festivales de iniciativa municipal, como el BAM y los conciertos de La Mercè que se celebran durante la Festa Major de Barcelona y que en la edición de 2019 convocaron a un total de 397.790 espectadores.
«El empuje de la ciudad, y de sus promotores ha sido básico para ser líderes en la industria».
Martín Pérez, Concert Studio
Tejido de base
Según un informe publicado por el departamento Cultura Viva de l’Institut de Cultura de Barcelona (ICUB), Barcelona cuenta con una horquilla de entre 110 y 130 espacios de titularidad privada en los que se programa música de forma regular y casi el 70% tienen un aforo de hasta 150 personas. Esta red de pequeños espacios se complementa con toda la oferta cultural de titularidad municipal que tiene lugar en los centros cívicos y equipamientos como por ejemplo L’ Auditori.
Este particular ecosistema, muy propicio para que la escena musical de base, hace que desde la Associació de Sales de Concert de Catalunya (ASACC), representada por la gerente de la entidad Carmen Zapata, se reivindique el papel de las salas dentro del tejido cultural de la ciudad. “Barcelona es sin duda una capital de la música, pero tendría que serlo no sólo por los festivales y los grandes eventos sino por también por sus salas de conciertos, que están muy bien consideradas a nivel interna- cional. La ciudad tiene fama de tener muy buenos equipamientos privados y con muy buenos profesionales.”
En este sentido, a Zapata le gusta recordar el cierre de La Paloma, en 2006, como un punto de inflexión en la percepción de la ciudad hacia su propio patrimonio cultural. “Aquel hecho provocó un momento de reflexión general sobre la dirección que estaba tomado la ciudad a la hora de proteger sus espacios de música. También un espacio histórico como el London Bar dejó de hacer música en directo. Luego, Barcelona aprobó una ordenanza que permitió hacer música en vivo en los bares”. Que Catalunya en 2010 fuera la primera comunidad autónoma en permitir a los menores acompañados acceder a las salas de conciertos también ha ayudado a que Barcelona sea ciudad de referencia.
Torrents (Miles Away/Razzmatazz) también valora positivamente el momento que vive la ciudad. Destaca que en los últimos años a nivel municipal la música en directo se está apoyando como nunca antes, pero aún hay mucho trabajo por hacer si no se quiere perder comba en el futuro. “Se agradecería que no hubiera tantas limitaciones para la obertura de nuevas salas de conciertos, porque ahora mismo en casi ningún distrito de la ciudad se puede abrir una nueva sala, y también que las licencias no vayan desapareciendo”.
Por su lado, Roselló de la promotora The Project, aporta una mirada más larga sobre el papel de las instituciones públicas: “Su trabajo debe consistir en qué la música tenga más presencia en las escuelas y que las salas tengan más facilidades para hacer música en directo. A partir de aquí se trata de ir evolucionando. Tenemos gente joven que escucha más música que nunca pero eso de momento no se traduce en más espectadores para el directo, sobretodo en las salas pequeñas”.
Este texto de Olga Àbalos (olga_abalos), ha sido originalmente publicado en el ‘Anuario de la música en vivo 2020 – Especial 20 aniversario‘ de la Asociación de Promotores Musicales.