«La escena se repite cada tarde en miles de hogares: un adolescente hace los deberes con la música a todo volumen… y sus padres le preguntan cómo puede estudiar con tanto ruido. A primera vista, la duda tiene sentido: parece contradictorio que podamos concentrarnos mejor en una tarea haciendo dos cosas a la vez. Pero en este caso el hijo tiene razón: la ciencia está de su lado». Lo cuenta Raquel Mezquita.
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Quizá en esta brecha generacional esté la explicación de por qué «la nueva política practica más cultura que la vieja política«, dice Peio H. Riaño, quien al cruzar los intereses culturales con los votantes de las elecciones del 26 J a partir de los datos de CIS de septiembre, se da cuenta de «que a los fieles del PP y el PSOE les interesa mucho menos la lectura, la música, el cine, el teatro, la danza y las artes plásticas que a los seguidores de Unidos Podemos y Ciudadanos».
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Algo está cambiando. Si no fuera así, igual no podríamos presenciar actos como la Nit Transfeminista que se celebró el sábado en Barcelona, en la que «las mujeres fueron prácticamente las únicas protagonistas. Actuaron la cantautora Bizarre, el trío de trap feminista Las Vvitch y la rapera argentina Sara Hebe, que se está ganando a pulso el título de reina de las fiestas populares de los barrios de Barcelona tras haber actuado ya en las del Poble Sec y en las de Gràcia». Es una crónica de Nando Cruz.
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Pero habrá quien diga que todo esto no es nuevo, que «empezó en poca cosa —igual que ocurre con los grandes acontecimientos—. Para algunos incluso en una fecha fija: el 4 de julio de 1976. Aquel día, el grupo estadounidense Ramones tocó en Candem, mientras las crestas fucsia y amarillo pollito pedían más. Mucho más. Más de lo que fuera, porque el punk había nacido a gritos y había llegado para seguir inundando las aceras y los locales de moda vestido de órdago al poder». Lo recuerda Estrella de Diego.
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