Hay historias realmente curiosas, y las cuestiones legales siempre se cuelan en los episodios más inesperados. Esto es lo que le pasó al fotógrafo español Alberto Van Stokkum, quien publicó en Rolling Stone una foto del líder de Arctic Monkeys, Alex Turner. En ella, el cantante salía fumando con mucho estilo, y la imagen ha acabado estampada en millones de camisetas sin su permiso. Un día, los abogados del grupo lo contactaron pensando que estaba haciendo negocio, pero no era así. «Es un poco loco pero, aunque evidentemente yo tenía la conciencia muy tranquila, me fui a la cama un poco preocupado. Al día siguiente me puse en contacto con una amiga que curra en Live Nation y ya había tratado con ellos. Le conté a ella toda la movida y nada, mi amiga les llamó y quedó todo cristalino». Habla con él Iago Fernández.
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No hay como ser fan para aguantar embates de este tipo y sobreponerse a cualquier dificultad. Así lo demuestra el caso de Josep Maria Pons, un fan de Bruce Springsteen, quien pretende reunir en el campo de fútbol de su pequeño pueblo, Vilanova de Bellpuig (Lleida), a mil músicos en un macroconcierto tributo a su ídolo. Y entre otras cosas dudosas que envuelven su historia, está el trueque de un disco de oro de Born in the USA firmado por su antiguo asiento en el Camp Nou. Lo cuenta Rosa Matas.
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Otro lío legal se está librando ahora en el campo del mercado secundario de entradas. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) asegura que reciben cientos de quejas y consultas al año ante graves situaciones relacionadas con el mercado secundario de entradas. Muchas de ellas sobre precios «absolutamente exorbitantes». «Normalmente, una promotora contrata al artista u organiza un evento. Esa empresa puede optar por vender ella misma las entradas o subcontratar otra especializada que las venda a través de internet», informan. «Luego aparecen empresas que, incluso, pueden ser las mismas o filiales de estas que venden las entradas a un precio muy superior», explican desde la OCU a Marina Alías.
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Pero si ha habido un hecho que ha marcado el fin de semana, este ha sido la muerte de Fidel Castro. Ya se ha considerado ídolo o dictador, ha sido un personaje clave de la historia, y su país, una fuente inagotable de música y baile. Aunque todo se ha dicho, después de la Revolución, «en La Habana quedaron varados muchos músicos que vieron desaparecer su forma de ganarse la vida. Otros optaron por escapar de la isla del caimán verde. El imponente pianista y arreglista Bebo Valdés, la guarachera Celia Cruz, la bolerista Olga Guillot, el sabroso sonero Rolando Laserie y hasta el aventajado compositor de lo afrocubano Ernesto Lecuona fueron algunos de los primeros desertores del castrismo cultural». Lo cuenta Carlos Fuentes.
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