Hacía más de 20 años que no ocurría, desde que en 1996 la Macarena de Los del Río les llevó a la gloria. ‘Despacito’, del puertorriqueño Luis Fonsi, ha alcanzado esta semana el número uno en Estados Unidos, donde encabeza la lista Hot 100 de Billboard. El tema que Fonsi interpreta junto a Daddy Yankee tuvo un nuevo impulso cuando Justin Bieber sumó su voz a una nueva versión que ha logrado que la canción dé el salto al primer primer puesto.
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Seguramente puede leerse como una buena noticia para todo el sector de la música hispana. Como puede que lo sea, a nivel del Estado, que las Islas Baleares tengan ya un festival de música de todos los estilos (pop, rock, folk, electrónica) a la altura de los eventos más populares y multitudinarios de la península. Ha costado un par de ediciones conseguirlo, pero definitivamente, el fin de semana pasado (los días 12 y 13) el Mallorca Live Festival se consagró como una escala más que apetecible y atractiva del panorama festivalero a nivel nacional, que incluyó además una jornada profesional. Las cifras lo confirman: de los algo más de 4.000 visitantes por jornada del año pasado se ha pasado a superar los 8.000.
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Una de las razones del fortalecimiento del sector tiene que ver con la profesionalización. Es probable que muchos de los que estén leyendo esto, cuando todavía estaban en la edad del pavo, tuvieran que tomar una decisión clave de cara a su futuro profesional: letras o números. La división en el sistema educativo actual, que genera más bien dos apartados estancos en lugar de comunicantes, acaba por resultar en una forma no adaptada a la realidad, especialmente por lo que refiere a las industrias creativas. En este sector, más cercano al mundo de las artes, acababa gente de letras, mientras que el mundo en el que se desarrolla también se configura en base a un sistema burocrático, empresarial y legal que requiere una habilidad especial a los profesionales.
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La reina del bounce Big Freedia estuvo en Madrid para dar un taller de booty dance y la periodista Aïda Camprubí se apuntó al cursillo. A primera hora de la mañana en el vestuario había medias de rejilla, shorts de látex tornasolado y maquillaje antitranspirante. “Va un poco con la ignorancia sobre este estilo”, contaba la profesora Kim. “El empoderamiento no es estar depilada hasta el coño para poder llevar bragas en clase. Esta ropa hace que mantengamos la vulva tensa toda la vida y no creo que eso ayude en cuanto a sentirnos liberadas”. Pero era una ocasión especial y todo el mundo quería hacer honor a la diva que, por su parte, iba con un sobrio chándal gris.
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