En la última década, el sector del directo ha vivido un periodo decisivo para su historia. El anuario ha sido termómetro de su estado de salud y vigía de su transformación.
En los diez últimos años el sector superó su propia crisis tras dejar atrás los tiempos de los conciertos gratuitos promovidos por ayuntamientos. Dejó una pero entró en otra: la crisis general, agravada por unos impuestos injustamente aplicados a las entradas de espectáculos. Esto dejó a las estructuras de la industria sin músculo ni movimiento, cerca de la inanición.
Todo ello llevó a la realización de un histórico Día Sin Música el 20 de mayo de 2015. Un grito silencioso convocado por promotores y propietarios de salas –que llevó el sello inconfundible de Neo Sala–, y que contó con el apoyo de artistas, ciudadanos y (algunos) partidos políticos. En esos años los primitivos sistemas de reventa se convirtieron con internet en fructíferos negocios que crecían en masa, a costa de los profesionales y del público que, con su esfuerzo, nutrían el cotarro.
Y, pese a todo, ha sido también la época en la que, hincando la rodilla en el suelo, el negocio ha comenzado a recuperarse y a demostrar el vigor de antaño. Lo ha hecho empujado por el auge de las grandes citas y de los festivales, especialmente de los veraniegos, con la esperanza de que ese movimiento se traslade también a los recintos más pequeños que crean circuito y permiten desarrollar a artistas emergentes.
Todo aquello quedó recogido en el anuario. “Hoy en día la publicación de referencia para todo el sector”, ratifica Albert Salmerón, presidente de la Asociación de Promotores Musicales (APM), la impulsora de esta iniciativa. “Somos una industria relativamente joven y el anuario ha sido una herramienta muy importante en el proceso de profesionalización. Año tras año se han presentado datos más precisos, usando mejores herramientas para recabarlos. Los promotores, mánagers y agentes están muy pendientes de lo que se publica y la prensa lo reproduce porque es la voz oficial de la industria. Sin olvidar, claro, el valor documental, tanto para melómanos como para periodistas, investigadores y académicos. Si queremos saber qué pasó en 2010 en el mundo del directo, solo el anuario puede responderlo con solvencia”, presume.
El origen
Corría precisamente el año 2010 cuando vio la luz el primer número. En la portada diseñada por el artista Antonio de Felipe aparecía la infanta Margarita, sin meninas, pero bien pertrechada de un micrófono ante un público ávido de vatios y decibelios. APM, impulsada por una nueva junta directiva, cumplía entonces 10 años de recorrido velando desde la unión de esfuerzos por el bien de todos sus participantes.
“Vimos que la asociación estaba creciendo, pero de una forma interna, y que necesitábamos abrirnos a la industria y al público en general. Entre otras, surgió la idea de crear un anuario para que todos supieran y entendieran quiénes somos, qué hay detrás de nuestro trabajo y cuáles son los agentes que conforman nuestro negocio (promotores, medios, productores, proveedores, artistas, recintos… )”, rememora Pascual Egea, entonces presidente de APM.
Para dirigir la construcción de esa publicación “fuera de las instituciones” se contó con un equipo de periodistas, entre los que se encontraba Carlos del Amo, entonces redactor jefe de Cultura de Efe. “Era la primera vez que los promotores se metían en un lío como este, el de mostrar cuál era la situación de la música española desde múltiples puntos de vista, con muchos datos en un momento en el que la piratería pegaba muy duro y el directo tomaba el mando. Y siempre que se habla de datos, lo complicado es encontrarlos”, recuerda Del Amo, quien hoy en día es el director adjunto de Nacional en la misma agencia.
Aquellas páginas, que entre otros saludos institucionales recogían el de la exministra de Cultura Ángeles González-Sinde –“El promotor musical ha contribuido, poniendo en juego el riesgo empresarial, tanto a la creación artística, como a potenciar la actividad del sector”, escribía–, celebraban diez años de evolución en positivo, con un 117 por ciento más de ingresos por la venta de entradas respecto a los datos del año 2000, hasta situar la cantidad en algo más de 150 millones de euros.
Así supimos también, por ejemplo, que en esa década de existencia de APM se había duplicado el número de conciertos, hasta los 144.859 eventos de 2008, frente a una industria hermana, la de la música grabada, que había perdido un 64 por ciento de sus ventas en ese tiempo.
Hitos del anuario
En su denominación de anuario ya quedaba clara su vocación de continuidad, “pero con la incertidumbre de si sería posible”, reconoce Egea. En estos diez números de existencia, los responsables de su redacción han escrito largo y tendido sobre los temas que interesan a uno y otro lado de los escenarios. Trataron aspectos como la necesaria legislación sobre la reventa, la lucha de APM para que la cuota que se pagaba en concepto de derechos de autor se pareciera cada vez más al entorno europeo y el patrocinio como una forma de paliar costes para mejorar la experiencia de los espectadores. “Principalmente ha servido para tener más cercanía y contacto entre promotores, para defender intereses comunes y además han surgido muy buenas alianzas”, opina uno de los históricos de APM y máximo responsable Get In, Íñigo Argomániz, quien no solo celebra los diez años de anuario, sino también los cerca de 20 de asociación.
Uno de los hitos de la publicación se produjo cuando, en marzo de 2014, el entonces líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, apeló a los datos de la publicación para conminar al gobierno de Mariano Rajoy a reducir el IVA cultural, uno de los principales caballos de batalla de estas páginas desde su subida al 21 por ciento en 2012. El artículo de bienvenida del ejemplar de aquel año ponía negro sobre blanco un dato demoledor: la facturación de la música en vivo se había reducido un 28 por ciento en el primer ejercicio con esa tributación fiscal.
“Pero eso es solo la anécdota. No hay informe oficial que mencione datos del sector que no haga referencia al Anuario de la música en vivo, ya sea para hablar de la facturación, de los asistentes en giras y festivales, e incluso para recoger opiniones de profesionales. Es el caso, por ejemplo, del último informe que elaboró la Conferencia Sectorial de Cultura en relación a la reventa de entradas”, destaca Salmerón sobre otra de las plagas que han castigado al sector en estos años.
Hoy no parece necesario convencer a nadie de la utilidad del anuario. Dice Arturo Javier Cerviño, de Grupo Cope: “Es un medio para dar a conocer nuestra faceta como promotores y también la actividad de otras empresas y sus preocupaciones. Además, es una herramienta para seguir de cerca la evolución del sector y las nuevas tendencias que pueden ser de interés, al tener también presencia de proveedores en la misma”.
“Se ha superado cada año y eso es gracias al hecho de que crecemos como asociación y a que crece también nuestra fuerza comunicativa. Nuestro equipo ha aumentado y se han podido hacer algunas cosas excepcionales, como infografías detalladas de las principales giras del año, en las que podías ver por qué ciudades habían pasado los artistas y en qué fechas, con el detalle de cuántos espectadores consiguieron reunir recinto a recinto”, señala Salmerón.
Retos de futuro
En opinión de la cara visible de APM, no obstante, queda margen de maniobra y de mejora. “Estamos en el buen camino, pero aún queda mucho camino por recorrer. Pero eso pasa por que las administraciones se tomen definitivamente en serio la industria de la música en vivo. Y el anuario puede ayudar a empujar todos esos frentes”.
Entre las “áreas grises” a las que cabe poner más luz, insiste, se encuentra el ámbito de los festivales. “Si queremos explicar fuera que España es un país líder en en este área, necesitamos herramientas para hacerlo. Hoy por hoy no se puede afirmar con seguridad cuántos festivales hay y esto es un trabajo que se puede hacer desde la asociación y desde el anuario; pero para ello, hacen falta recursos y apoyo institucional”, argumenta el presidente de la asociación.
Salmerón, para quien es igualmente importante “abrirse más a Europa y al mundo”, también esgrime estas páginas como necesaria punta de lanza de otras reivindicaciones clásicas del sector, como la Ley de Música, “que reconozca el valor cultural y social de la música en directo, con una regulación que facilite la actividad profesional y a la vez la proteja del intrusismo”. “El objetivo y la orientación de la publicación, anual, no permite llegar a temas que están moviéndose (a una velocidad bastante limitada, para nuestro deseo) y que preocupan al sector por el impacto que puedan tener en el futuro. Sería comentar asuntos que, tal vez, en el momento de la publicación del anuario o al poco tiempo podrían quedar desfasados”, constata por su parte Cerviño, periodista de formación.
Sea como fuere, desde el punto de vista de otro comunicador como Carlos del Amo, la línea que se ha ido siguiendo ha sido la “adecuada”. “Ofrecer ese panorama de datos y cifras de la música en vivo interesa a todo el mundo, sobre todo a los medios de información, que tienen ahí una herramienta fundamental para saber cómo tratar a la música y hablar de ella”, apunta.
En esa línea se inscribe Egea, quien constata que “hoy en día no hay mejor máster que hacer un recorrido por todos los anuarios que hemos editado para tener una visión clara y global de nuestra industria”.
El texto fue publicado originalmente en el especial décimo Anuario de la música en vivo