Internacional: las fotos de conciertos te están destrozando la memoria

Empieza el concierto. Sacas el móvil. Todo el mundo saca el móvil. Casi ni llegas a ver el grupo. Lo que ves son las manos de los demás, inmortalizando el momento. Lo hacemos todos. Lo hacen también los redactores de Pitchfork, pero esta vez se han parado a pensar en ello. “Más que servir a mis necesidades de memoria, las fotos me ayudan a cultivar mi identidad en las redes sociales”, concluye Amanada Wicks.

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Es lo que tienen las redes sociales, que todos queremos aparentar, y demostrar que estuvimos allí, que el concierto fue genial. Bien lo sabemos. Un poco más complicado es cuando hablamos de política, y esta semana ha estado repleta de músicos pronunciándose sobre hechos políticos. Muchos argumentarán que el mundo se ha vuelto demasiado loco como para quedarse callado, pero no es lo que opina Bastille, en una entrevista hecha por Dan Stubbs: “La gente jamás podrá convencerme de que exprese mis opiniones políticas públicamente porque lo que nos gusta es hacer música y cosas raras. Claro que tenemos opiniones sobre todo, sobre política y demás, pero me puede llegar a dar vergüenza ver a artistas hablando abiertamente de política”.

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Y es que las cosas han cambiado. Ahora todo el mundo parece mucho más preocupado por el qué dirán. Solo hay que recordar cómo era el ‘underground‘ de los 80. El Wag Club de Londres, por ejemplo, que abrió sus puertas en 1982, era el destino para los raros y los vanguardistas, futuras estrellas casi todos ellos, Londres se está convirtiendo en una ciudad homogénea, y esa vida nocturna, creativa a más no poder, está muriendo. Al menos, así lo afirma el fundador del club.

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Pero los ochenta no fueron los años más locos. Hace cien años, el poeta Hugo Ball proclamó un nuevo movimiento con un manifiesto que llamaba a “deshacerse de todo aquello que huela a periodismo, a gusanos, a bueno y justo, a miras estrechas, a moralista, a europeizado y a enervado”. Se llamó dadá, y ojalá todavía fuera vigente.

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