Texto: Silvia Cruz Lapeña
“Jodeos”. Con esa palabra escrita en la frente Marilyn Manson recibió a un grupo de reporteros que lo esperaban en el aeropuerto de Los Angeles harto ya de que lo siguieran para pillarlo con su nueva novia. Sobre el escenario suele haber algo más de paz entre artistas y reporteros, pero tampoco es total. “La situación ha empeorado en los últimos tres o cuatro años”, explica el fotógrafo musical Óscar García en referencia a las restricciones que encuentra para hacer su trabajo. Dice que “las condiciones que ponen algunos son draconianas” y lo ejemplifica con el caso de Ariana Grande, que en su gira de 2015 exigió aprobar las fotos que fueran a publicarse y que se usaran una sola vez. “Es absurdo porque de ese modo, si se la elige artista del año o su concierto se selecciona en lo mejor de la temporada, no se puede ilustrar la noticia con esa toma”. Esas situaciones ocurren sobre todo en conciertos de estrellas internacionales, aunque no todas ejercen el mismo nivel de control. Grande restringe la entrada y controla las fotos y también los textos; Beyoncé no deja entrar a los fotógrafos porque tiene uno propio y facilita las que ella quiere; y Bruno Mars no permite el acceso ni facilita las tomas.
Por qué se toman estas medidas
“No podemos hacer nada al respecto porque lo que hacemos es gestionar la gira del artista. Y él tiene siempre la última palabra”, dice Marisa Márquez, directora de marketing de Live Nation Madrid, promotora de las gira en España del autor de 24K (Atlantic, 2016) Otros promotores consultados dicen lo mismo, también los mánagers. Pero Marcos Judel, abogado especializado en derechos de imagen, contesta algo diferente: “Si se trata de megaestrellas claro que son ellos quienes tienen la última palabra. Si no, mi experiencia me dice que generalmente, estas cuestiones las decide la discográfica”. Judel, socio del bufete Auden, informa de que a veces el sello tiene acuerdos con una agencia de noticias y tiene que cumplir. “El artista tiene poco que decir en ese caso”.
“A veces el motivo es que ellos también están sometidos al control de las marcas con las que firman contratos publicitarios. Esos contratos suelen afectar a todas sus apariciones públicas, también los conciertos, y tienen que cumplirlos”, Óscar García, fotógrafo de conciertos
Para García detrás de estas decisiones suele haber interés en que el artista dé una determinada imagen, algo que el jurista no niega pero completa: “A veces el motivo es que ellos también están sometidos al control de las marcas con las que firman contratos publicitarios. Esos contratos suelen afectar a todas sus apariciones públicas, también los conciertos, y tienen que cumplirlos”. Pero otras circunstancias pueden empujar a un cantante a cerrar las puertas de los informadores: “En shows como los de Lady Gaga, por ejemplo, es probable que lo que se esté protegiendo sea la propiedad intelectual porque, en un espectáculo así, desde la escenografía a la coreografía, pasando por el vestuario, suelen estar registrados”. Si el problema es complejo es porque implica a varias partes. En el último concierto de Franco Battiato en Barcelona, un gráfico se dedicó a tirar ráfagas en un momento en el que el cantante italiano cantaba a capela, casi susurrando, en el Palau de la Música. El público de las primera filas se enfadó y entre la cámara y la bronca, el teatro entero se quedó con las ganas de disfrutar de un momento único.
El papel de las salas
“En más de veinte años de carrera, nunca me he sentido invadida, quizás en tres o cuatro ocasiones”, explica María del Mar Moreno, directora de la compañía flamenca que lleva su mismo nombre, y lo achaca a que el gráfico no estaba bien situado o era principiante. Las salas también tienen algo que decir sobre quién entra en su local y dónde se coloca. “En Cataluña yo no tengo queja y creo que las salas y los teatros son bastante comprensivos”, aporta García, pero en el otro extremo se puede encontrar el caso de teatros como el de la Maestranza de Sevilla, que no permite hacer fotos ni a sus empleados, tal como indican sus contratos de trabajo.
Echemos un vistazo a Europa. “Hay salas de Austria y Alemania que no dejan entrar fotógrafos y yo he tenido que publicar más de una de vez reseñas sin foto”, dice la redactora jefa de la revista Anda, Susanne Zellinger, que también cubre conciertos en España, y cree que en otros países europeos son más restrictivos. Ser más o menos severos con las normas de sala es elección del local, pues como indica el letrado los conciertos suelen ser eventos privados. Entonces, ¿no hay límites legales a las restricciones que puede poner una sala? “Apenas”, resume Judel.
También los artistas tienen quejas de los gráficos. Por ejemplo, la que formula Moreno sobre fotógrafos que venden fotos de ella tomadas en espectáculos. “Entiendo que esa foto es para informar e ilustrar una noticia, no para venderla por su cuenta”, dice Moreno, quien, según el letrado, dice bien. “Ella puede reclamar porque es imposible tener un contrato con todos los fotógrafos y si alguien vende fotos tuyas está sacando un beneficio de tu imagen, sobre la que el artista tiene derechos haya o no contrato de por medio”. Sin embargo, para montar una exposición, explica Judel, sólo haría falta la autorización del artista.
“Estos casos son complejos y no está nada claro quién los va a ganar en un juicio porque están en juego los derechos al honor, a la imagen y a la intimidad por un lado y el derecho a la información y a la libertad de expresión por otro”, Marcos Judel, Auden
Un problema complejo y de derechos
Pero no todas las situaciones están tan claras. “Estos casos son complejos y no está nada claro quién los va a ganar en un juicio porque están en juego los derechos al honor, a la imagen y a la intimidad por un lado y el derecho a la información y a la libertad de expresión por otro”. Judel afirma rotundo que la última palabra la tienen los jueces con su interpretación de cada derecho y por eso en casos casi idénticos es normal encontrar sentencias opuestas. “Aconsejo a los artistas que se asesoren porque trabajan con su imagen, hay muchos derechos implicados y no siempre es fácil dirimir cuál prevalece”. Ante estas situaciones, el profesional de la información se siente coartado. “Lo entiendo y me da pena que un artista no dé acceso a la prensa. Y es un sinsentido porque los fans entran con sus móviles”, opina Marisa Márquez. “Creo que lo permiten porque tienen claro que la mirada del fan no es la del periodista, que tiene la obligación de fiscalizar y dar la imagen del artista que está viendo, pero no la que quiere el cantante”, añade García.
El también fotógrafo musical Javier Rosa trabaja solo para festivales bajo contrato del promotor, por lo que en muchas ocasiones es el único gráfico acreditado y siempre pide pleno acceso. Y aun así, asegura que se ha encontrado con múltiples restricciones. “Muchas bandas lo hacen para tener un control de su imagen pero suele ser justo lo contrario, especialmente cuando ni siquiera llevan a su propio fotógrafo. Niegan al festival que tenga fotos de la actuación y luego lo que se cuelga en Youtube es lo que han grabado unos chavales en primera línea, que además se oye fatal”, agrega.
La reflexión abre un tema interesante que subyace en este conflicto: ¿creen los artistas que las redes sociales son una vía directa con el público y que ya no necesitan a la prensa? “Quizás las megaestrellas piensen así, pero la mayoría de artistas que conozco no. Si fuera así, no buscarían entrevistas, ni ocupar espacio en las agendas, ni intentar que salgan informaciones previas de sus conciertos”, opina Zellinger. Del lado de los artistas, Moreno considera que la prensa es importante: “Yo quiero que haya medios que expliquen mi trabajo. Y además, la imagen es fundamental hoy en día”.
“Quizás las megaestrellas piensen [que ya no necesitan a la prensa], pero la mayoría de artistas que conozco no. Si fuera así, no buscarían entrevistas, ni ocupar espacio en las agendas, ni intentar que salgan informaciones previas de sus conciertos”, Susanne Zellinger, revista Anda
En este asunto es clave conocer cuál es la función de un fotógrafo de conciertos. Óscar García lo tiene claro: “Informar”. Cuando él se negó a cubrir el concierto de Ariana Grande, el medio lo apoyó, pero es una excepción: “Muchos responsables de medios creen que la foto es un mero adorno del texto”. Quizás por eso, la mayoría de revistas y diarios siguen cubriendo los conciertos de una forma u otra aunque nieguen el acceso a sus reporteros. “Aquí no pasará como en Noruega, donde los artistas no presentan contratos abusivos porque los principales medios se pusieron de acuerdo en no dar cobertura de ningún tipo a los artistas que impiden a los periodistas hacer su trabajo”, zanja García.
No solo las redes sociales han cambiado la relación entre artista y periodista. La tecnología en su conjunto ha jugado un papel importante en ese aspecto porque si un mánager pide al fotógrafo que envíe la foto para darle el visto bueno, es porque puede hacerlo. En tiempos analógicos hubiera sido inviable. “Ahora se puede porque en realidad descargas las fotos en el portátil y las envías en cinco minutos”, explica García. Por su parte, los reporteros también hacen autocrítica. Muchos reconocen que muchos no se han comportado bien en las salas y han molestado a público y artistas. Que los hay que sólo quieren tocar fama o estar cerca de los cantantes pero no informar. Otros, lo que buscan es entrar al concierto para hacer fotos que luego venden.
Lo mejor en una relación como la que hay entre informador y personaje es mantener un toma y daca. El hoy por ti, mañana por mí. Y eso lo saben la mayoría de los reporteros igual que los artistas y no estaría de más que tomaran nota de ello las superestrellas. De ese modo, quizás Bruno Mars no estaría probando su misma medicina ahora que la fotógrafa Catherine McGann lo ha denunciado y pedido derechos de autora después de que el cantante compartiera en su Instagram una foto que ella le hizo cuando él era sólo un niño que imitaba Elvis Presley.
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