June Calvo-Soraluze: Ciudades diseñadas al ritmo de la música

El neurólogo Oliver Sacks llamaba a los humanos ‘especies musicales’ debido a nuestra habilidad de percibir y responder a parámetros como el tono, timbre y ritmo, afirmando que ‘nuestro sistema auditivo y sistema nervioso están exquisitamente sintonizados para la música’. Esta conexión compleja entre la música, el cuerpo y la mente ha sido explorada por un número considerable de neurólogos y psicólogos musicales. De hecho, diversos estudios como The neurochemistry of music (Chanda y Levitin, 2013) afirman que la música desencadena la secreción de oxitocina, una pequeña proteína implicada en el establecimiento de vínculos materno-filiales, sociales o relaciones de pareja. Se la conoce también como ‘la hormona del amor’ y también de la confianza, favoreciendo procesos de comunicación. Es decir, la música tiene el potencial de mejorar la salud y el bienestar/bienser a través de la participación de los sistemas neuroquímicos para la recompensa, la motivación y el placer; el estrés y la excitación; inmunidad; y la afiliación social.

Los beneficios van más allá, se ha observado que la música no sólo es una forma de comunicación y expresión, sino que es una forma valiosa de organizar los espacios urbanos dotando de identidad a la ciudad.

De hecho, muchas urbes se han dado cuenta de que tener una marca de ciudad no es suficiente. Se necesita establecer una identidad que cuente una historia significativa con la que los diferentes ciudadanos se sientan integrados e identificados. Por ello, muchas investigaciones actuales en el ámbito de los estudios urbanos se están centrando en el placemaking, como estrategia holística de planificación, diseño y gestión de los espacios urbanos que faciliten que la identidad de la ciudad florezca y se fortalezca, al mismo tiempo que mejora el bienestar-bienser de sus vecinos y visitantes.

La música y los eventos musicales tienen un rol particularmente importante en este proceso de placemaking, ya que pueden facilitar, desarrollar y fortalecer la identidad de la ciudad. De hecho, los festivales y eventos musicales pueden cambiar las características de los espacios urbanos, pueden ser catalizadores, sincronizando la unión del día a día de la ciudad con procesos de desarrollo más amplios que ayuden a construir una identidad a la ciudad a través de su paisaje urbano sonoro.

La música es mucho más que un mero entretenimiento. Es arte, es cultura, es una vivencia experiencial que promueve el desarrollo humano. Las instituciones responsables de los espacios públicos en las ciudades, tienen que ser conscientes del valor de la música no sólo como herramienta de atracción turística, sino como sello identitario de las personas y por lo tanto, de lo que transmite la ciudad internamente y externamente.

Para ello, es necesario establecer políticas públicas, estrategias de gestión y modelos de gobernanza capaces de contemplar la música y los eventos musicales no sólo como herramientas, sino como aliados imprescindibles en todo el proceso de placemaking. Se trata de diseñar ciudades que permitan procesos creativos, democratizando la ciudad y la música. Que la música sea el tractor para que los espacios urbanos se conviertan en ecosistemas de innovación y en consecuencia, que las propias personas seamos las que le dotemos de una identidad propia a nuestra ciudad.

Si tal y como afirman los neurólogos, nosotros mismos somos seres musicales y la música tiene la potencialidad de mejorar nuestro bienestar y bienser ¿por qué no diseñar entornos urbanos con una identidad única a través de la música?