Hace unos días la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, le dedicaba unas calurosas palabras a la Fundación TIM (Telecom Italia), a la que le agradecía la «preciosa contribución para recuperar unas de las obras arquitectónicas más fascinantes de Roma, el Mausoleo de Augusto”. La compañía ha aportado 6 millones de euros -después aportarán otros 2- para acelerar las obras de rehabilitación del monumento, en las que las instituciones públicas ya han invertido 4 millones. A cambio, el Gobierno italiano aprobó en 2014 una ley para que las empresas puedan deducirse el 65% de sus inversiones en cultura. Con la premisa de “proteger los tesoros” nacionales, también se han beneficiado de estas intervenciones la Arena de Verona, el Teatro San Carlo de Nápoles o la Galería de los Uffizi de Florencia. Toda una lección de mecenazgo explicada por el periodista Ismael Monzón.
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Las lecciones se dan en la universidad, y deberíamos ir aprendiendo. Obasi Shaw, un estudiante de la Universidad de Harvard, decidió afrontar el drama que supone escribir tu tesis final de carrera de una manera muy poco convencional: a través del rap. Mientras otros de sus compañeros rellenaban hojas y hojas de Word a Times New Roman interlineado simple tamaño de letra 12, Shaw creó un disco con 10 canciones en las que reflexionaba sobre lo que significa ser negro en Estados Unidos. Y el disco, llamado Liminal Minds, triunfó. La tesis de Obasi consiguió el equivalente a A-, es decir, un summa cum laude minus que le permitirá graduarse con honores. Lo cuenta S.L.
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Aquí, mientras las instituciones no se den por aludidas, la cultura seguirá creciendo en los márgenes. El sur de Castilla-La Mancha, por ejemplo, ha empezado a repoblarse de fiesteros. Esta tierra de viñedos y secarrales infinitos es menos conocida que Granada, Barcelona o Madrid, pero lleva desde 2004 reclamando su puesto entre los principales destinos raveros de España. Ciudad Real y Albacete —Toledo y Cuenca vivieron tiempos mejores— llevan años creando una atmósfera óptima para el surgimiento y propagación de lo que es un estilo de vida para muchos: el movimiento free party (o free tekno). Una forma de ocio gratuita y libre que, en los tiempos que corren de vigilancia invasiva y capitalismo salvaje, debe ser entendida como un modo de resistencia política. Escribe Pilar R. Laguna.
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Y si de repoblar se trata, lo mejor es leer a Jokin Garmilla explicando su propia historia: «El cambio no pudo ser más radical. Hacía labores de promoción y marketing en una multinacional discográfica. Me paseaba por los estudios radiofónicos de Madrid con las estrellas del momento. Celebraba cada lanzamiento de disco, no me perdía un concierto. Y, casi sin transición, me encontré viviendo en Quintana de Valdivielso, uno de los 14 pueblos del valle de Valdivielso, al norte de Burgos. […] Yo había estudiado Periodismo, me gustaba mucho la música y, en mi anterior trabajo, había visitado unas cuantas emisoras. Pero jamás habría pensado en montar una radio. Y no solo porque mi vocalización fuese desastrosa, sino porque ¿qué sentido tenía montar una radio para los 400 habitantes del valle de Valdivielso?».
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