«Mi interés por la música nace siendo un niño crecido o igual ya un adolescente, en todo caso era aún menor de edad e iba a conciertos a veces acompañado y otras veces solo. El concierto que me marcó fue uno de Nirvana de 1992, en aquel Pabellón del Real Madrid que estaba donde hoy se ubican las cuatro torres. Son cuanto crees, te pegaban en el corazón, te golpeaban.
Lo recuerdo casi todo, y eso que han pasado muchos años. Por ahí he leído que no fue un gran concierto, que estaba ya próxima a la muerte de Kurt Cobain, pero para mí fue alucinante.
Era de los primeros conciertos a los que íbamos sin padres; aquella vez estaba con mi hermano y un amigo llamado David a ver un grupo que entonces era para nosotros lo máximo y a sentirnos hombrecitos.
En la grada, detrás nuestro, se puso una chica que no paraba de fumar marihuana, estábamos ahogados, medio colocados. Recuerdo que con Smells like teen spirit empezó a agitar el pelo y que nos daba con él. Aún así, aquella fue una experiencia definitiva, yo salí de allí queriendo estar ahí encima«.