En el mundo de la música moderna, además del entusiasmo de los músicos hay otro entusiasmo que precisamente los músicos han sabido gestionar con excelente maestría durante décadas: el entusiasmo del público. Ese es un concepto que muchas empresas están decididas a encontrar, aunque no tienen nada claro cómo hacerlo.
Hablando en términos empresariales, los músicos tienen un producto que ofrecer a un mercado, y tienen clientes, como cualquier otra entidad con un producto que ofrecer y que logre interesar a alguien. Pero los clientes de los músicos no se llaman clientes. De hecho NUNCA se han llamado clientes. Los clientes de los músicos se llaman FANS o admiradores.
La palabra ‘fan’ viene del inglés ‘fanatice’, que viene del latín ‘fanaticus’, que significa ‘frenético’ y también ‘inspirado por Dios’, y que proviene de la palabra latina ‘fanum’, que significa ‘templo’. Está claro que hay mucho de espiritual en la música, y no me extraña nada que los aficionados a la música se definan con palabras que evoquen a Dios y a templos con rituales sagrados.
Se dicen también que el idioma de un pueblo determina (y es determinado por) la filosofía de ese pueblo (sin duda este es otro de esos binomios mágicos de nuestra existencia: idioma y filosofía). Es decir, que las palabras que usamos para definir la realidad nos ayudan a simplificar, a definir, a comprender y asimilar esa realidad (pero también, mágicamente, nos ayudan a crearla y materializarla).
El hecho de que los músicos piensen en sus clientes usando la palabra ‘fan’ cambia radicalmente el modo en que piensan en ellos. El simple hecho de usar esa palabra lo cambia todo. Los músicos crean algo para que alguien lo escuche. Sueñan con que sus creaciones signifiquen cosas para otras personas, con que se aprendan las letras, con que sintonicen con los mensajes encerrados en su obra. Los músicos llevan siglos esforzándose por llegar a los corazones de la gente, por establecer una conexión emocional y duradera con ellas, y no solo con su público. También sueñan con conseguir la admiración de otros músicos, con influir en las obras de otros creadores que puedan así citarles como sus influencias. No hay nada mejor para una banda que recibir el reconocimiento y homenaje de sus iguales. Eso es como entrar en el Olimpo de los dioses de la música acompañado por Aquiles, Hércules y Palas Atenes (o John Lennon, Jimi Hendrix y Janis Joplin).
En definitiva, los músicos viven y respiran para deleitar a sus fans. Y siendo así, lo más normal es que los tengan. Para lograr eso, deleitarles, los músicos han ideado y mejorado una larga lista de estrategias concebidas exactamente para ello. Muchas de esas estrategias se basan en la innovación. Pero aquí lo importante no es que usen una estrategia u otra. Aquí lo importante es que uno de sus principales objetivos es deleitar a sus fans. Si consiguen eso, la fama y la riqueza vendrán irremediablemente. Y ahí está la gran diferencia con el mundo de las empresas y organizaciones, que la inmensa mayoría de ellas no están enfocadas a deleitar a sus clientes, sino a facturar, facturar y facturar.