Artículo del presidente de Doctor Music, Neo Sala, publicado en el ‘III Anuario de la Música en Vivo’
Si algo tienen en común los tour managers que he ido conociendo a lo largo de los más de 30 años que llevo como promotor de conciertos internacionales es su interés por estos dos grandes iconos de nuestra gastronomía popular. Quizás sea ese el motivo por el que una buena paella regada por una no menos sabrosa sangría sea lo primero que me viene a la cabeza cuando me pongo a escribir este artículo, dado que me han pedido que reflexione acerca del atractivo que el mercado español de la música en vivo ejerce en los artistas que residen más allá de nuestras fronteras.
Bromas aparte -que quizás en el fondo no lo son tanto- lo cierto es que el buen tiempo del que goza nuestro país, unido a una excelente gastronomía y a un ambiente bastante más relajado y festivo que el que se respira en la gran mayoría del resto de países europeos, hace de España un destino muy atractivo para los artistas extranjeros. Obviamente, ningún artista con un mínimo de nivel viene a actuar a España solo por eso, pero no hay duda de que los citados atractivos contribuyen notoriamente a que España ocupe un buen lugar en la parrilla de salida cuando un mánager en UK o EE.UU se dispone a examinar las ofertas que le ha facilitado su agente para planificar la próxima gira. No obstante, a la hora de elegir las ciudades, se impondrán los tres factores clave en la toma de decisiones de los artistas que un conocido agente inglés -cuyo nombre mantendré en secreto- me desveló allá por 1980 cuando hacía mis primeros viajes a Londres y que son -lo cito en inglés sin traducir para no desvirtuar la musicalidad de sus palabra-: «The money, the money and the money».
Puede parecer una frivolidad, pero la realidad es que lo que me dijo ese agente hace ya más de 30 años es muy cierto. Salvo contadas y honrosas excepciones, al final las ciudades con ofertas más altas son las que se quedan con los conciertos. Más de uno pensará que no puede ser así, que ciertos artistas son tan millonarios que ya no les debería importar tanto el dinero, pero, para bien y para mal, entre los artistas y los promotores figuran casi siempre un agente y un mánager y estos nunca son tan millonarios como el artista. Conviene no olvidar que España no es un país rico, y que el precio medio de las entradas es más bajo que en otros países. Por si fuera poco, tenemos que afrontar además el pago de un 10% a la SGAE por derechos de autor -en Gran Bretaña es el 3%- y trabajar en unos locales que suelen resultar caros -bien sea por precios de alquiler altos o por su carencia de infraestructuras o por ambas cosas-. Además, la geografía no nos ayuda: España queda en el extremo sur de Europa y a los artistas les cuesta más tiempo -y dinero- desplazarse a nuestro territorio.
A la vista de todo lo anterior, los promotores españoles tenemos motivos para felicitarnos y sentirnos muy orgullosos de nuestro trabajo, pues a pesar de jugar con todos estos elementos en contra hemos sido capaces -y seguimos siéndolo- de generar una abundante oferta de música en vivo que satisface a públicos de los más diversos géneros. Si bien, seguimos esperando que algún día las cosas cambien y que podamos competir con los otros países en mayor igualdad de condiciones. Mientras tanto, la sangría y la paella, así como el sol, la fiesta, nuestra singular gracia y nuestro buen hacer serán nuestros mejores y fieles aliados.