Había una vez un emprendedor de éxito al que le presentaron a un autor para que escribiera su biografía. Lo primero que hizo fue preguntar sobre la Falacia Narrativa. El exigente emprendedor intuía que reducir su vida a una historia no sería nada fácil. Efectivamente, el libro terminó siendo desautorizado por su protagonista aunque sigue estando a la venta a través de la «startup» de su creación.
Los seres humanos estamos precondicionados a consumir historias. Nos resultan irresistibles. Al fin y al cabo son instrumentos que nos permiten resumir, recordar y compartir la realidad. Pero la realidad es rebelde y desordenada por naturaleza. Por eso las historias necesariamente acaban corrompiendo la misma verdad que pretenden contener.
En la era de la comunicación online en la que las historias viajan más rapido y más lejos que nunca es especialmente importante ser conscientes de ello. Por eso no nos podemos dejar engañar asignando a las historias el valor de la verdad. Todas las historias sacrifican verdades para ser historias. Incluida esta que te acabo de contar.