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Cuando la música es una herramienta de transformación social

La Acadèmia Catalana de la Música se ha comprometido este martes a trabajar para impulsar la vertiente sociotransformadora de la música. Así lo han manifestado los responsables de la entidad al finalizar el Fòrum 2018 sobre música y transformación social que ha reunido dos centenares de profesionales de la música y representados de entidades sociales en el auditorio del CCCB.

La jornada, durante la cual se han presentado una decena de proyectos musicales socialmente transformadores, ha sido una oportunidad para reflexionar y debatir sobre la dimensión social de la música y su capacidad de transformación.

La Acadèmia ha acordado establecer un grupo de trabajo específico sobre música y transformación social que tendrá como objetivo establecer consensos y buscar fórmulas para articular los diferentes proyectos y entidades así como conectarlos con las administraciones y otros representantes del sector musical.

Además, la Acadèmia creará un directorio digital que recogerá todos aquellos proyectos, entidades, organizaciones y profesionales que trabajan con la música como motor de transformación. El objetivo es convertir este directorio en un repositorio vivo, abierto y creciente, consultable y navegable, que recoja información de tantos proyectos, entidades y profesionales como sea posible.

Fòrum 2018: la música como motor de transformación social

El Fòrum 2018 fue inaugurado con una conferencia a cargo del escritor, periodista y músico Antoni Batista, que habló sobre el papel que ha tenido la música en la historia de las transformaciones sociales.

Batista puso de ejemplo el poder de himnos musicales orquestados como la Marsellesa o el papel capital de la música en varios episodios históricos como cuando se interpretó en directo la sinfonía Leningrado de Shostakóvich contra los nazis. El escritor y periodista destacó la capacidad de la música para «remover conciencias».

A continuación tuvo lugar la mesa redonda ‘¿Por qué con la música? ¿Para qué? ¿Cómo? ¿Con quién?’, moderada por Ester Bonal, directora de proyectos sociotransformadors como el Xamfrà y El Teler de Música.

Bonal empezó su intervención haciendo cantar en zulú a todo el auditorio del CCCB y presentó diferentes profesionales que trabajan en proyectos sociales desde la música. Pablo González, fundador de Vozes, un proyecto inspirado en el sistema de orquestas juveniles de Venezuela que ofrece acceso a la cultura a través de la formación gratuita además de 500 niñas, niños y adolescentes, señaló que la «música genera cambios donde la política y los proyectos sociopolíticos llegan más tarde» y que «la música no tiene que ser complementaria, sino que tiene que ser prioritaria en cualquier proyecto político».

Laia Serra, codirectora de Comusitària, apuntó que desde «la música y la comunidad trabajan el cambio personal para conseguir el cambio social», destacando que es imposible conseguir el segundo sin el primero. David Ojeda, director de Palmyra Teatro, también destacó este aspecto más comunitario de la música puesto que, a su parecer, consigue una cosa muy simple que no consiguen otras disciplinas y es «que la gente se relacione entre ella».

Queralt Prats presentó el proyecto que dirige, ARTransforma. Se trata de una entidad inspirada en el Community Arts del Reino Unido que trabaja proyectos que impactan en la sociedad, pero no sólo en lo artístico, sino en todo el entorno (arquitectónico, económico, etc.). Puntualizó que «las artes no son una herramienta de transformación social, sino un derecho» y que desde su perspectiva como músico vio que su deber era «ayudar a gente que no podía acceder a este derecho».

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La falta de recursos y la falta de implicación de las instituciones fue el denominador común de las críticas de todos los ponentes. Todos los participantes de la mesa coincidieron al destacar que la música tendría que tener una presencia más transversal en la sociedad, empezando, principalmente, para introducir la educación musical en las escuelas, a la sanidad y tener más apoyo por parte de las instituciones. «La musicoteràpia no está reconocida dentro de la sanidad pública, es considerada una terapia complementaria», apuntaba Núria Bonet, de la Asociación Ressò.

Gemma Carbó, desde ConArte Internacional, trabaja para conseguir que el sistema público incluya proyectos artísticos en horario lectivo en las escuelas, puesto que considera que «la música mejora la educación en general, que el crecimiento personal nos hace convivir mejor, y nos hace empoderarnos como ciudadanos». A pesar de que pueda parecer una evidencia, todos los participantes de la mesa criticaron la falta de compromiso político en esta dirección. «Las instituciones tendrían que facilitar y confiar en la sociedad civil», afirmó Carbó. El músico Enric Hernáez puso de manifiesto la dificultad de encontrar implicación política cuando se «trabajan proyectos de cuatro años». «Con esto no hay bastante. Saltan de oferta en oferta pero no hay apoyo real y de base», manifestó.

Aun así, no todo tiene que pasar por la implicación pública. Participantes como Martí Sancliment (responsable del área social de la Fundación CIMA) o Josep Maria Aragay (director de Basquet Beato) añadieron, respectivamente que «se tienen que generar recursos propios, como conciertos y cursos y no vivir sólo de los recursos públicos» y que «tenemos que dejar de decir que no hay dinero porque sí que hay y tenemos que mirar de tener la capacidad de generar recursos». El colectivo de rap La Llama, formado por jóvenes del barrio del Raval, cerró esta mesa rapeando el tema ‘Por amor al arte’.

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Núria Sempere, nueva directora general de la ESMUC, presentó ejemplos de programas e iniciativas relacionadas con la música y las artes impulsadas o con apoyo por parte de las administraciones públicas a países de la Unión Europea como la Streetwise Operaa, el Ieder Kindeen insrument (Rottherdam) o el sistema educativo de los Music Hubs del Reino Unido, que se sitúan en vanguardia europea en educación musical y que, anualmente, reciben 75 millones de euros de financiación pública.

La última mesa redonda titulada ‘¿Y la industria de la música? ¿Tiene capacidad socialmente transformadora?‘ moderada por Natxo Tarrés volvió a incidir en la importancia de la transversalidad de la música y la apuesta por la educación. Sònia Gainza, directora y fundadora de Apropa Cultura, una entidad que trabaja para facilitar el acceso en la cultura, puso de relevo «la carencia de trabajo transversal entre la industria y las administraciones» y destacó el papel «vital» de la educación inclusiva. En esta línea trabaja también el Proyecto Social de la Orquestra Simfònica del Vallès coordinado por Simon Holst. «El proyecto de una orquesta tiene que ser integral… abrir los ensayos en escuelas y casales es una experiencia que hace más felices a todos, incluso a los mismos músicos», apuntó Holst.

Por su parte, Àlex Serra, responsable de proyectos sociales del Taller de Músics presentó brevemente los tres proyectos sociales que trabajan desde la escuela: el Caudal Music, el Taller Abierto y el Rehaciendo Sintonías. El director del festival Say it Loud, y Xavi Urbano, definió dos tipos de empresas o proyectos sociales: los que integran acciones sociales en el suyos proyectos y los que ya nacen como proyectos sociales de raíz. Este es precisamente el caso del festival Esperanzah, liderado por Oscar Rando, que insistió en que «como industria hay que replantear qué tipo de industria se quiere». Jesús Sahun, impulsor de empresas culturales como Hace Color o Kasba Music, expresó la necesidad de buscar «una industria que no tenga finalidad económica sino que busque recursos económicos para conseguir transformar cosas». «Tiene que ser la sociedad que tiene que cambiar la industria», concluyó Urbano.

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Marc Lloret, director del Mercat de Música Viva de Vic hizo énfasis en la responsabilidad individual de cada acontecimiento: «Como evento que se financia con recursos públicos, tenemos que dar espacio a proyectos sociales con trayectoria comercial, los festivales tenemos que garantizar la diversidad». En esta misma línea, la cantautora Ivette Nadal, añadió «que los programadores tienen la responsabilidad de programar cosas que emocionen, no con sólo que sean comerciales».

Natxo Tarrés recogió todos estos testigos y pidió, junto con Ester Bonal, que la Acadèmia «visibiliza toda esta desazón y realidad social que hay en Cataluña» representado en el Fòrum. Manel Montañés, director gerente de la Acadèmia, se comprometió a seguir trabajando en esta línea, abriendo una mesa de debate abierta a todo el mundo para plantear propuestas concretas a las instituciones y crear un directorio de todos los proyectos socialmente transformadores que se están haciendo actualmente en Cataluña alrededor de la música. Montañès mostró su sorpresa y satisfacción por la gran acogida que tuvo el Foro, que en pocos días agotó las inscripciones, hecho que, a su parecer, «pone de manifiesto la desazón y la realidad que está viviendo actualmente la música social en Cataluña».

Sílvia Duran, directora de Públicos del ICEC, presente en el Fòrum, aseguró que tomaba nota de todo el que había pasado durante esta jornada para presentarlo a la consejería y a los responsables de los departamentos de cultura de la ICEC y añadió que ya se está trabajando con otros departamentos como el social o sanidad para «trabajar con más red y transversalidad».

El Cor Dona Gospel, un proyecto que promueve la inclusión a través del canto y dinamización del tejido social desde la música, puso punto final a la jornada con la fantástica interpretación de varios temas.