Wild Honey. Foto: Luis Diaz

Wild Honey vivió sus #EpicConcerts en la sala Trylobite

Guillermo Farré es el cantante, multinstrumentista y cerebro que se esconde detrás del alias Wild Honey. Su tercer disco, Torres Blancas, le ha consolidado como un inventivo compositor de pop suave y evocador, pero sus raíces artísticas están en el punk rock de finales de los 90 en Madrid. En los bajos colindantes con una calle principal, había la sala Trylobite, que en solo tres años de vida acogió a toda una escena y centenares de conciertos. Con un escenario bajito, era un espacio pequeño y oscuro.

«Íbamos casi todas las semanas», explica Farré, que por aquel entonces vivía en las afueras de la ciudad y para llegar hasta allí tenía que enlazar varios autobuses y metros. «Las vueltas eran muy divertidas, aunque en invierno salías empapado en sudor del concierto y, si te tocaba esperar una hora a un autobús, era un horror».

«Recuerdo ver a grupos locales como Pleasure Fuckers, Aerobitch, Baby Horror. Todos eran un poco mayores que mis amigos y yo, pero hicieron que nos diera la sensación de que tener un grupo era lo más normal del mundo y que, de hecho, lo raro era no tocar en uno. Por esa época lo de juntarme con mis amigos para tocar se fue haciendo cada vez más regular y en breve estaba tocando en cuatro grupos a la vez. Fue una época muy divertida», continúa.

En su último disco, Farré ha contado con colaboradores como Sean O’Hagan (The High Llamas, Stereolab), que compuso los cinematográficos arreglos de cuerdas del álbum, y con el genio del lo-fi pop Frank Maston, que se encargó de los efectos y parte de la producción, así que poco queda de todo lo vivido en Madrid en el sonido de Wild Honey, pero sí ha dejado huella en lo profundo. «Fue un momento en el que descubría nuevos grupos todas las semanas y en la música que escucho sigo buscando la euforia que me producían esos conciertos».

Foto: Luis Diaz