La realidad es tozuda. Dicen las estadísticas que más del 80% de los estudiantes universitarios en este país quieren ser funcionarios o trabajar para una gran empresa, y el resto se reparte entre los que quieren iniciar su propio negocio y los que estudian por placer y ansias de conocimiento.
La serenata institucional nos anima a ser emprendedores. Entendemos por emprendedores los generadores de empleo, nuevas ideas aplicadas al trabajo y motores de la sociedad para generar riqueza. Son esos que quieren iniciar sus propios negocios y proyectos laborales vitales.
Este punto conlleva asociado un gran riesgo. Iniciar un negocio implica una financiación económica, conocimiento profundo de las leyes fiscales, organizativas, empresariales, etc., y un riesgo permanente ante situaciones inesperadas y la posibilidad de arruinar tu vida si todo sale mal.
Tal como está organizado el cotarro, ser emprendedor es jugar a la ruleta rusa. El emprendedor está sujeto a las leyes que los gobiernos se encargan de cambiar a su conveniencia. Según las circunstancias, cambian sin pudor las reglas del juego. Casi siempre, sin consultar ni escuchar a los profesionales.
Ya sabemos cómo está en este país el tema de los autónomos. Sobrevivir siendo autónomo es casi un milagro en situaciones normales. En situaciones de crisis ya son el burro de todos los golpes, sin protección ninguna ni ayudas institucionales.
Eso sí, a cumplir desde el minuto cero, a pagar y a liquidar IVA (muchas veces de facturas aún no cobradas o con pérdidas en el negocio que no permiten hacer frente a obligaciones tributarias). En definitiva, están solos ante el peligro.
Casi el 100% de los creadores y artistas son emprendedores. Prácticamente nunca trabajan en nómina para instituciones o empresas privadas. Normalmente, los creadores y artistas empiezan bien jóvenes, en solitario o en grupo, sin conocimiento alguno de gestión, tributación ni organización de un negocio. Simplemente, con la ilusión y deseo de crear, de hacer disfrutar y, como no puede ser de otra manera, de ganarse la vida con su trabajo y creación.
Quieren vivir de su trabajo, como cualquier otro emprendedor, con las connotaciones específicas de la profesión. Tienen que disponer de periodos de creación para luego presentar lo creado en público; y volver a crear para volver a presentarlo, y así in secula seculorum. Esa es la labor del artista.
Si los autónomos y emprendedores en los distintos campos de su trabajo lo tienen difícil, muchísimo más difícil lo tienen los creadores. Un país se define por su cultura. Y la cultura se define por el trabajo de sus artistas. Si queremos tener un país serio culturalmente hablando, hay que proteger y ayudar a los creadores y artistas. Más que cualquier otra profesión, son ellos los que definirán la esencia del país.
Hay muchos países que ya se han dado cuenta de esta cuestión, y algunos hace muchos años que actuaron en consecuencia. Y les ha ido bien. Hoy son los referentes culturales mundiales con el beneficio social y económico que esto les reporta.
Pero Spain is different, desafortunadamente, y es simplemente porque todo esto les importa una mierda. Los creadores y artistas son vistos como parásitos hasta que se pueden sacar algún redito político de ellos. Emprended, emprended, malditos creadores. Si os sale mal, os jodéis. Ya os quitaremos luego todo lo que tengáis, tanto a vosotros como a vuestros descendientes made in Spain.